martes, 29 de noviembre de 2011

Rosas amarillas.

Estaba tirada en mi habitación compartida, recordando todos los momentos preciosos que había pasado con él, llorando, llorando de tristeza, pero tristeza no porque él me hubiese engañado, si no por haberlo perdido. Él era todo lo que yo siempre había soñado, pero ahora pienso que nunca debí conocerlo, porque los sueños, sueños son, debí hacerle caso a mi mente, y olvidar a mi corazón que me pedía encarecidamente que me fiase de él, que le quisiera. Ahora ese corazón estaba herido, recomponiéndose con helado de chocolate dulce. 
Entonces él entró con una rosa amarilla en las manos, me miró sin decir nada, con gesto dolido, le devolví la mirada sin ni siquiera molestarme en apartar las lágrimas de mis mejillas. Al ver que él no hablaba lo hice yo.
- Ya sé que me dirás algo así como que no te gusta verme así, que no querías hacerme daño o que jamás fue tu intención mentirme. –
- Yo… -
- Pero ¿sabes? A mí me duele verte, porqué teniéndote aquí mirándome así, sintiéndote culpable y con una rosa amarilla en la mano, no podré cumplir el férreo objetivo de olvidarte. Así que te pediría como favor personal que desaparecieras de mi vida, y siguieras con tu vida perfecta, y no, no es una ironía, tienes una vida perfecta, lo tienes ya todo hecho. Entre otras cosas tienes una novia perfecta, y con ella una relación en la que no voy a interferir, porque yo solo soy una estudiante de filología frustrada dado que no puedo estudiar periodismo y porque no publican mis libros por ser demasiado infantiles; adicta al chocolate y a las películas románticas. No te preocupes porque estás perdonado. Así que desaparece de mi vida, porque por más que el corazón me pida que no te deje marchar, mi cabeza gana esta vez, mirando por mí misma. Así que adiós. – Le dediqué la mejor sonrisa que podía dedicarle.
- Aquí te dejo la rosa. – la dejó sobre mi mesita.
- ¿Sabes? Las rosas amarillas son las que se regalan a los enfermos. – Él sonrió avergonzadamente.
- Yo solo quería ser original. –
- No te hace falta una rosa para ser original.- Él se marchó, ella deseó que fuera para siempre, pero su corazón lloró en silencio con el miedo de que el deseo se hiciera realidad.
Él caminó despacio por la silenciosa calle, sabía que no iba a encontrar ninguna chica como ella, pero ya era tarde, la había perdido. Mientras recordaba los momentos que habían pasado juntos se metió las manos en el bolsillo y siguió caminando sin mirar atrás.


Ella estaba sentada en una de las macas de la piscina del hotel, el camarero al que le había pedido un exótico cóctel llegó y lo depositó sobre una mesa que estaba al lado de ella. Ella le dio las gracias y miró su zumo, al lado, había una rosa amarilla y una pequeña targetita que decía << Para una estudiante de filología frustrada porque no puede estudiar periodismo y porque no publican sus libros por ser demasiado infantiles, adicta al chocolate y a las películas románticas. >> Ella sonrió, su corazón le dio un vuelco, lo buscó con la mirada y lo encontró en la barra del bar mirándola. Corrió hacia él con la rosa y la tarjetita en la mano. Lo besó, sin decir nada, sin esperar nada más excepto que él le devolviera el beso.
- No diré lo siento. – dijo él cuando ella paró de besarlo. 
- Mejor, porque amar es no tener que decir nunca "lo siento". -
- ¿Debo darle las gracias a tu cabeza por ceder a lo que tu corazón te pide?
- No, porque la cabeza, esta vez, está de acuerdo con el corazón. - 
Se besaron de nuevo. 

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